miércoles, 7 de junio de 2017

Hijos del rigor vs stress positivo en clase

Los educadores habitualmente en las clases queremos que nuestros alumnos alcancen un cierto nivel de autorregulación para el estudio y que esa competencia puede ser traspolada luego a otros aspectos de su vida. La realidad indica que existen algunos desafíos que afrontar cuando buscamos desarrollar la autorregulación. En primera medida la educación tradicional se basa en dos ciclos diferenciados de pasividad y actividad que no benefician el aprendizaje de la autorregulación. Estos dos ciclos son el de recibir información por parte del educador (clase) y el de reproducir la información (examen). Si bien la autorregulación también contiene esos ciclos de pasividad-actividad, estos son muchos más cortos y se activan o desactivan a través de un proceso consciente que es respuesta del propio estudiante y no por un estímulo externo.
La educación tradicional funciona con base en el “miedo” como motor de la motivación de los estudiantes. Es decir que cuando el educador quiere obtener una respuesta o espera una respuesta autónoma de sus estudiantes introduce alguna acción que los atemorice.
  • Si no estudian les va a ir mal
  • Sigan así y les voy a poner un cero
  • Pongan las barbas en remojo
Este tipo de acciones para motivar al estudiante son absolutamente nocivas y crean un ciclo vicioso del cual es difícil escapar. Los estudiantes se acostumbran a esperar las amenazas para actuar, de forma de evitar la confrontación con la propia personalidad; de la acción consciente.
¿Hay alguna alternativa?
Los que ejercemos la docencia sabemos que aplicar advertencias o generar miedo en los estudiantes es muy efectivo. Pero en el fondo también sabemos que esta forma de motivación no favorece el desarrollo de competencias e integridad en el individuo.
El stress positivo es una alternativa al modelo de advertencias/miedo en el cual se induce a los estudiantes a actuar por propia motivación como respuesta a un estímulo autoimpuesto generalmente por el colectivo y externo. Por ejemplo, un proyecto de ciencias en el cual se necesite hacer una presentación al público. Otro ejemplo sería aplicar los conceptos aprendidos para aplicar a un proyecto de la vida real que tenga significado o que mejore algún aspecto de la vida.
La esencia del stress positivo es proponer democráticamente una actividad que se asuma como un desafío positivo por el grupo y que permita salir a los estudiantes y educadores de la zona de confort. La zona de confort es aquella en la cual nos sentimos satisfechos con lo realizado o que es suficientemente cómoda para no buscar nuevas aventuras. Para salir de la zona de confort de forma positiva es necesario generar stress positivo, crear un desafío que moviliza internamente a las personas y que las pone en acción por propia motivación.
El stress positivo no tiene que ser negativo para el alumno sino una oportunidad para despertar, actuar y aprender por un proyecto que supera la clase.
Para generar stress positivo debemos tener en cuenta:
  • Crear un desafío poco tradicional que involucra lo aprendido en la clase.
  • El desafío debe ser previamente pensado por el educador pero los estudiantes lo refinan y se lo apropian.
  • Es mucho más eficiente cuando nace de una zona de confort y se proyecta como una gran posibilidad de acción, colaboración y aprendizaje.
  • Debe necesariamente surgir una idea de proyecto/acción que motive y que sea adoptada por todos (estudiantes y educadores) mediante un proceso democrático.
  • Debe involucrar, si es posible, a personas externas a la clase. La validación final de la experiencia hacia los alumnos se genera por estas personas que observan el proceso de aprendizaje y aplicación de lo aprendido desde afuera.

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